Por: Adriana Balaguer
Cleopatra pasó a la historia por su belleza y sus míticos baños de leche de burra. Hoy, cientos de siglos después, hablamos de la hidroterapia, una técnica que nos permite mantener la salud gracias al uso terapéutico del agua. Habrá pasado el tiempo pero el placer de sumergirse en un líquido tibio y perfumado reconforta desde hace siglos. Y si nació como un ritual extremadamente femenino, hoy es compartido con los hombres que buscan relax.
Y tiene una ventaja comparativa frente al baño por ducha. ¿Sabían que esta modalidad puede exponernos a una dosis diaria de bacterias potencialmente dañinas? El análisis de duchadores de nueve ciudades en Estados Unidos reveló que el 30 por ciento tenía altos niveles de Mycobacterium avium, que es un conjunto de bacterias que causan infección cuando se inhalan o se tragan. Leah Feazel, la autora del proyecto de la Universidad de Colorado, dijo que si bien esto es algo que sólo tiene que preocupar a personas inmuno deprimidas, “darse un baño de inmersión es una forma más segura de estar limpio”.
Volviendo al “clima” ideal para nuestro baño, conviene rescatar que la luz tenue, por qué no de vela; la música suave de fondo y el agua rondando los 30 grados son las bases para este pequeño regalo íntimo que nos ayudará a sacudir el estrés. Por eso, prepararlo con esmero, como quien elige el vestuario para una ocasión importante, nos hará sentir más felices, nos reconectará con el disfrute.
Hay distintos tipos de baños:
• De sales: potencian los minerales naturales del agua.
• De espuma: ideal para relajarse (una tapita de shampoo tirada bajo el chorro de la canilla es suficiente).
• Con extractos vegetales: se aprovechan las cualidades de las plantas medicinales.
• De leche tibia y miel: Si no deseas invertir tanta cantidad de leche para hacer una inmersión, la opción es realizarlo con una esponja suave embebida en el preparado de leche y miel pasándola por todo el cuerpo. Para ver cambios en tu piel, realizarlo –por lo menos- dos o tres veces a la semana. ¿Pero sabían que también con media taza de leche en polvo en la bañadera se consigue un efecto similar?
• De aceites especiales: de pino (relajante y muy apropiado para las personas afectadas de reumatismo); de menta (estimulante, refrescante y analgésico); y de eucalipto (estimulante y balsámico). También de romero (relajante, desinfectante y curativo) y de lavanda (relajante y tonificante). Si no se dispone de estos productos, siempre hay remedios caseros. Se puede preparar una infusión de manzanilla, menta o valeriana y diluirla en su bañera, o en su defecto, un buen puñado de sal gruesa.
Y recuerden que los baños relajantes nunca deben exceder los 15 minutos, de lo contrario el agua caliente resecará la piel. Este proceso hay que revertirlo ni bien salimos del agua con un lento masaje de crema hidratante para recuperar la grasa perdida.
Una vez preparado el baño, en los primeros cinco minutos no debe hacerse nada, sólo dejar la mente en blanco y relajarse. Recién después se realizará un masaje por todo el cuerpo con una esponja o guante de crin. La clave: debe ser siempre en dirección al corazón. También se puede aprovechar este tiempo mágico para ponerse una mascarilla en el cabello o en la cara. El broche de oro debe ser una ducha fría de forma ascendente, es decir, empezando por los pies. Este será el masaje estimulante final con el podremos dar por terminado este sencillo y milenario ritual del baño.
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