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Vivir como millonario sin serlo

Por: Luza Alvarado

La semana pasada tome un café con mi amiga Vanesa. El tema central de nuestra conversación fue el estrés en el que está metida desde que entró a su nuevo trabajo. Cuando le pregunté cuánto tiempo pretendía seguir con ese ritmo de vida, contestó que no sabía, y agregó: "Te confieso que quiero ser rica; me gustaría ser una jefa como la de ‘El diablo viste a la moda'. Pero mejor: con asistente, avión privado y el poder de comprarle a mi familia lo que se les antoje. Pero el precio que tengo que pagar por esa vida es muy alto, y todavía no sé si estoy dispuesta a pagarlo. Lo que más disfruto en la vida es mi familia y mis amigos, y no sé si quiero sacrificarlos por un sueño", concluyó.

Encrucijadas como ésta le llegan a mucha gente tarde o temprano. La cuestión es si se puede compaginar la vida social y familiar con una agenda de trabajo que requiere atención dieciocho horas al día, cinco o seis días a la semana.

A los que no nacemos con una cuenta de banco con miles de dólares, se nos adiestra para pensar que ser millonario nos va a solucionar los problemas y a traer felicidad -al modo de los ricos, famosos y exitosos personajes que aparecen en la televisión y las revistas-. Para lograrlo, sin embargo, se nos dice que hay que trabajar como burro y pagar el precio, un precio que va desde la salud mental hasta la familia.

Ser millonario, ¿y feliz?

Antropólogos y economistas identifican que, en países del primer mundo, la imagen de un millonario es la de un empresario exitoso económica y socialmente; mientras que en Latinoamérica, es la de un hombre corrupto y explotador. Por otro lado, como ejemplifica esta investigación, entre los millonarios también hay distinciones de acuerdo a su tipo de vida y el origen de su fortuna.

Es un hecho que hay espejismos en torno a la imagen de la gente rica, famosa, exitosa, y supuestamente dichosa. Y es que la felicidad es una cuestión subjetiva; quien no tiene claro en qué consiste su idea de felicidad, terminará por compararse con el vecino, con el jefe o con las imágenes de "éxito" que legitiman los medios de comunicación.

¿La felicidad es una imagen?

En los últimos años, los economistas han hecho diversos estudios sobre la felicidad. Casi todos muestran que ésta no tiene que ver con el dinero o los objetos que se tengan, sino con la capacidad de disfrutar la vida. Hoy se sabe que pagar por vivir experiencias nos da más placer que adquirir objetos, ya que las experiencias aportan aprendizajes subjetivos muy difíciles de comparar con lo vivido por el vecino y, por lo tanto, se vuelven entrañables, nos hacen sentir distintos y aportan un bienestar más bien interior.

¿Este tipo de felicidad no sería algo muy similar a lo que, en el fondo, se aprecia en el estilo de vida de los millonarios? A qué me refiero: creo que si algo puede admirarse en la figura de una persona adinerada, más allá de la ropa, las vacaciones o los autos costosos, es lo que estas imágenes REPRESENTAN. Es decir, lo que está detrás de lo tangible y que le da sustancia a esa imagen. Me refiero a la buena salud, la libertad, el poder de decidir dónde comer y con quién, en el momento que sea. Libertad, poder y bienestar: calidad de vida ante todo y por encima de todo.

Lo interesante es saber si se puede vivir así sin partirse el lomo trabajando. Yo creo que sí.

La alternativa

A partir de la reciente incertidumbre económica, la explotación irracional de la naturaleza y la desigualdad que se vive, varias asociaciones han comenzado a generar un movimiento para promover un estilo de vida más sencillo, justo y modesto, pero con mayor calidad.

Grupos como SimpleLiving, Slow Food y TED, entre otros, invitan a la gente a reflexionar sobre su forma de vida. Libros como "Menos es más" y "The story of stuff", nos plantean un estilo de vida más simple, pero más satisfactorio: menos cosas, menos estrés, menos deudas; una vida con menos es una vida con más: más tiempo, más satisfacción, más equilibrio y más seguridad en sí mismo y en la vida. Cuando tenemos demasiado, es más difícil disfrutarlo. En cambio, cuando elegimos menos, recuperamos el sentido de la vida y podemos pensar y sentir más profundamente.

Y tú, ¿qué modo de vida elegirías? ¿Trabajarías para amasar una fortuna o para ser afortunado?